HiN - Humboldt im Netz

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Miguel Ángel Puig-Samper y Sandra Rebok
Instituto de Historia. CSIC.Madrid

Virtuti et merito.

El reconocimiento oficial de Alexander von Humboldt en España.

4. La Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III

Además de estos reconocimientos académicos y científicos, Alejandro de Humboldt se encontró con el político en los últimos años de su vida. Se ha hablado mucho de la poca atención prestada en España hacia su figura y su obra, tanto desde la Corona y los diferentes gobiernos como por la propia sociedad española, pero el descubrimiento de los papeles relativos a esta concesión de la reina Isabel II al científico prusiano de la Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III rompe, sin duda, esta imagen o al menos la modifica. Puede ser que se le concediese por su mérito científico y por su intervención en el restablecimiento de las relaciones hispano-prusianas. Se ha comentado que la iniciativa de la condecoración fue debida al diplomático y escritor Enrique Gil y Carrasco, a quien Humboldt conoció en Berlín y del que fue amigo hasta la muerte de Gil en 1846. Incluso Gil y Carrasco llegó a entregar –a través de Humboldt- el libro El Señor de Bembibre al rey Friedrich Wilhelm IV, por lo que el escritor español recibió alguna condecoración. En agradecimiento, Gil puso en marcha la posible concesión al científico prusiano. No parece cierto que como escribe Gullón (1951, 216) fuera el propio Carrasco quien –a finales de enero del 46, un mes antes de su muerte- pudo entregar a Humboldt el título de la condecoración.

El 3 de diciembre de 1845 fue emitido el decreto real de concesión, firmado además por Francisco Martínez de la Rosa, y pocos días después –el día 20- fue  concedido el título, para lo que la reina Isabel II redactó un escrito a Humboldt en el que le comunicaba su decisión con las siguientes palabras:

“Por cuanto queriendo dar una prueba de mi Real aprecio á Vos Baron Alejandro Humboldt, Consejero de Estado de S.M. el Rey de Prusia, tuve á bien nombraros Caballero Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos Tercero en Decreto de 3 del actual, relevandoos como extrangero de las Pruebas Depositos y demás requisitos que prescriben en sus Estatutos y resoluciones posteriores.”[1]

Se conserva también la carta, que reproduce este texto de la reina, de Juan Antoine y Zayas –antiguo embajador en Bruselas y ministro de Estado en 1840-, quien desde la Secretaría de las Órdenes de Carlos III  e Isabel la Católica, comunicaba la decisión directamente al barón Alejandro de Humboldt, el 13 de enero de 1846.[2] Lamentablemente no se mencionan los motivos que le habían llevado a esta decisión en este escrito y que hubieran sido de gran interés para nuestra investigación, pero cabe sospechar que a través del cambio político hubo una rehabilitación de Humboldt, posiblemente también como reacción a la prohibición de un segundo viaje por España en 1830 por parte del gobierno absolutista de Fernando VII (Bleiberg 1959).

Otra particularidad que se puede encontrar en el escrito de Isabel II es que la prueba de nobleza para ser miembro de la orden no tuvo efecto en su caso. Finalmente, el 13 de enero de 1846 fue remitido el título de concesión, de donde puede venir la confusión de Gullón sobre la entrega por Gil y Carrasco. Puede parecer raro que Humboldt dé las gracias por la concesión de la condecoración (9-8-1848) mucho más tarde, en un carta desconocida que es muy interesante para la historiografía humboldtiana [3]:

“ Monsieur le Duc,

Votre Excellence a daigné me faire adresser, pendant l’absence de mon respectable ami M. Le Lieutenant General Dn. Antonio Remon Zarco del Valle, Ministre de Sa Majesté la Reine a notre Cour, les Insignes et la Patente de Grand Croix de l’Ordre de Carlos Tercero qui m’avait ete gracieusement conferé dès les mois de Decembre 1845. En recevant cette marque de la faveur Royale par l’entremise de Mr. Le Chevalier de Bourman, actuellement Chargé d’Affaires d’Espagne, je me suis empressé de lui exprimer combien l’ancien et ineffaçable souvenir de la haute Protection du Gouvernement Espagnol pendant mon long et hereux séjour dans les regions tropicales m’a rendu chere une grace que je ne pourrois meriter que par une haute admiration pour le caracter national, pour les trésors de la litterature, pour le bienfait des grandes decouvertes que le monde civilisé doit a la valeur et au genie des Castillans. Heureuse d’avoir vu retablés, sous le Ministere de Votre Excellence, les rapports de sympathie mutuelle et d’intime confiance entre l’Espagne et ma Patrie (rapports que mes voeux ont appelé depuis tant d’années !) j’ose supplier Monsieur le Duc de Sotomayor, Premier Secretaire d’Etat au Ministere des Relations etrangeres, le vouloir bien deposer au pied du Trône de Sa Majesté, l’auguste Reine, la faible hommage de une véneration, de une respectueuse reconnaissance, de mes voeux les plus ardens pour un regne de Gloire et de Paix. 

A Sanssouci ce 9 Aout 1848,

Je suis avec le plus profond respect,
Monsieur le Duc,
De Votre Excellence

Des très-humble et très-obeisant Serviteur,
Le Baron de Humboldt
membre de l’Academia Real de Ciencias"

 

Una explicación a esta tardanza de tres años la encontramos en la propia carta, donde se ilustran los enredos políticos de aquel tiempo, como la situación provocada por las guerras carlistas, por la que algunos estados no reconocían la legalidad sucesoria de Isabel II y por tanto no mantenían relaciones diplomáticas con su gobierno. También Prusia consideró a Carlos Mª Isidro de Borbón (1788-1855), hermano de Fernando VII, como sucesor de la corona española. Precisamente fue el general Antonio Remón Zarco del Valle el encargado por el gobierno español de viajar como embajador extraordinario a Berlín, Viena y San Petersburgo para obtener el reconocimiento oficial de estos gobiernos de la reina Isabel II (Urquijo 1990).

La consecuencia de la falta de reconocimiento de Prusia por parte del gobierno español fue el envío de la condecoración a París –en vez de Berlín- para aprovechar una estancia de Humboldt en la capital francesa para hacer la entrega personalmente, pero fuera del territorio prusiano. Cuando se produjo finalmente el reconocimiento real por parte de Prusia, la condecoración pudo ser entregada por el representante español, Fidencio Bourman, el 6 de agosto de 1848 en la corte de Potsdam.[4] Humboldt se mostró en la carta de agradecimiento, encantando por el hecho de que las relaciones entre España y Prusia se restablecieran. Es además interesante que Humboldt en este momento aprovechase la oportunidad de expresar su reconocimiento hacia el gobierno español por la concesión del antiguo permiso de su viaje americano y alabar el carácter nacional y la literatura española. El duque de Sotomayor (1790-1850) aludido en la carta de Humboldt era Carlos Martínez de Irujo, también marqués de Casa-Irujo, título heredado de su padre que había sido embajador de España en Washington. Formó un gabinete que sustituyó a Istúriz en enero de 1847 pero que sólo duró hasta marzo, por disensiones con el general Serrano, favorito de la reina Isabel II. En el tercer gabinete Narváez (octubre de 1847-1849), el duque volvió a ser ministro ocupando la cartera de Estado. Más tarde fue embajador en París, cargo del que fue destituido por Bravo Murillo.

Sobre el significado de la concesión de la Gran Cruz de Carlos III, hay que decir que es una de las condecoraciones más altas[5] de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III, que fue fundada por Carlos III en el año 1771 y se da desde entonces a ciudadanos selectos por méritos especiales relacionados con la corte (Constituciones 1865, 17):

„Siendo uno de los fines principales de esta institución el tener nuevos medios de condecorar á nuestros vasallos distinguidos, así en España como en las Indias, y de premiar sus servicios, será nuestro especial cuidado atenderlos según el mérito que contraigan sirviendo á nuestra Real Persona y Estado en cualquiera carrera que sigan.”

A pesar de que estaba prevista en primer lugar para españoles y americanos, desde el principio esta condecoración también  podía ser entregada a gente de otras naciones (Constituciones 1865, 29). En los estatutos de esta orden se encuentran además claras indicaciones referentes a las pruebas necesarias para obtener la medalla (Cadenas y Vicente 1979-1988) que consistían en "hacer constar la vida arreglada y buenas costumbre del interesado, su legitimidad, cristiandad y limpieza de sangre y oficios; y desde sus padres y bisabuelos paternos y maternos (...)” (Constituciones 1865, 26-27). Además la entrega de esta orden estaba pensada como agradecimiento de Carlos III para aquellas personas "que hubiesen acreditado celo y amor á su servicio, distinguiendo así el mérito y la virtud de los nobles” (Constituciones 1865, 8). Virtuti et merito fue el lema de la Orden de Carlos III; por lo tanto, al conceder a Humboldt esta condecoración se le atribuyeron dichas características, que compartió con otras personas que aparecen en las listas de los Caballeros Grandes-Cruces de esta orden[6], en aquella época. En estas se encuentran los miembros de la nobleza española[7] así como representantes del clero[8]; además de otros ciudadanos que fueron condecorados por distintos motivos, que no necesariamente tenían que ser vinculados a su posición profesional[9], además de algunos extranjeros que en los tiempos de Humboldt fueron la excepción[10], por lo tanto su condecoración puede considerarse como un signo del cambio sucedido bajo Isabel II y constituye un homenaje especial por parte del gobierno español.

Como indicamos anteriormente, el hecho del reconocimiento académico, científico y político de la obra y la figura de Alexander von Humboldt en España matiza de manera concluyente las afirmaciones rotundas en torno a la falta de aprecio por parte de la sociedad española del científico prusiano. Es cierto que podemos observar altibajos según el momento histórico y no en vano Humboldt se encontró arropado en sus pretensiones viajeras por el ministro de Carlos IV, Mariano Luis de Urquijo, en un momento propicio; que más tarde recibió los honores de la Academia Médica Matritense en la época josefina con las tropas napoleónicas en la Península o que le fue negado el permiso de viaje en 1830 por la cerrazón de los absolutistas, fieles a los deseos de Fernando VII, pero también fue admitido en la Real Academia de Ciencias y reconocido por la corona en la época de Isabel II.



[1] Archivo Histórico Nacional (AHN), Estado, Leg. 7376-73.

[2] AHN, Estado, leg. 6291, exp. 59.

[3] Ibidem.

[4] Ver también AHN, Estado, Leg. 7382, exp. 11.

[5] Las condecoraciones concedidas por este orden se distinguen en: Caballeros Grandes-Cruces, Caballeros Pensionistas y Caballeros supernumerarios.

[6] Véase: Propuestas, solicitudes y decretos de la Real y muy distinguida Orden de Carlos III, 1991-1996. Una lista de las condecoraciones concedidas también en: Cadenas y Vicent, 1979-1988. Otro estudio sólo se ocupa de los americanos: Guillermo Lohmann Villena, 1993, tomo II, pp. 263-445.

[7] De manera ejemplar pueden ser citados los siguientes nombres: Aguirre y Gadea, Alfonso de (Conde Yoldi, 1843); Alcazar, Juan Gualberto del (Principe de la Roca, 1846); el Principe de Anglona, Pedro Girón (1846); Arestegui, Rafael de (Conde de Mirasol, 1847); Despuig, Ramón (Conde Montenegro, 1845); Conde Esterhazy (1849); Falcoa, Joaquín José (1847); Fernández de Córdoba, Luis (Duque de Medinaceli, 1846); Alcazar, Vicente del (Conde de Requena, 1847); Fernández de Córdova, Joaquín (Márquez de Povar, 1846);  Roca de Tojores, Juan (Conde de Pinohermoso, 1847) y Girón, Pedro (Principe de Anglona, 1846).

[8] Alameda, Fray Cirilio de la (Arzobispo de Cuba, 1848); Reyes, Salvador de (Arzobispo de Granada, 1852); Donnet, Fernando Francisco (Arzobispo de Bordeaux, 1847); Dupont, Cornelio (Cardenal-Arzobispo de Bourges, 1848), así como  Farancon, Manuel Joaquín de (Obispo Zamora, 1846).

[9] Amor, Bartolomé (1843/44);  Zavala, Juan (1843); Egaña, Pedro (1846); Isturiz, Francisco Javier (1846); Enna, Manuel (1849); Flojeras y Sion, Luis (1849); Gutierrez de la Concha, José (1847); Antonelli, Jacobo (1848/49); Fulgosio, Francisco (1846-47); Armero Francisco (1846) así como Ramírez Orozco, Juan (1847).

[10] Entre las personas no provenientes de países hispanos que recibieron esta condecoración en aquel tiempo se encuentran: Weisweiller, Daniel (1843); Emperador de Austria (1849); Ward, Barón Tomás (1852); Barón Renduff (1846);  Conde Knuth (1848) y Demaisiers, L. (1843).

 

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